La herida de injusticia se origina en la infancia, cuando un niño o niña se ve sometido a vivir una situación injusta, donde se impone el poder del adulto, algo de lo que no puede escapar por su misma condición de niño. Cuando percibe que es tratado de manera injusta por sus cuidadores y figuras de autoridad. En la adultez, se manifiesta como una necesidad de perfección y rigidez, tanto física como emocional, afectando las relaciones personales y la autoimagen. En la adultez se puede reflejar en una búsqueda obsesiva por la justicia en la mayoría de las áreas de la vida.
Principales Características:
- Rigidez: Personas inflexibles en pensamientos y acciones, con alta exigencia hacia sí mismas y los demás.
- Perfeccionismo: Buscan ser impecables para evitar críticas y demostrar que no merecen ser tratados injustamente. Todo debe ser justo, para ellos y a su alrededor, incluso la ropa debe ser a la medida, ni muy suelta ni muy ajustada.
- Control: Deseo de controlar su entorno para prevenir situaciones injustas.
Máscara de la Rigidez:
- Inflexibilidad: Resistencia a aceptar otros puntos de vista y adaptarse a cambios.
- Autocontrol: Estricto control emocional para evitar mostrar vulnerabilidad, lo que puede llevar a desconexión emocional.
- Frialdad: Apariencia distante para protegerse de inseguridades.
Sanar la herida de injusticia requiere reconocer su impacto, trabajar en la flexibilidad mental y emocional, y permitirse ser vulnerable.
Es un proceso que implica aceptar que no todo puede ser controlado, y que la vida puede ser plena sin perfección absoluta.