En una medida u otra, todos tenemos heridas de infancia, unas más evidentes y más profundas que otras.
Las dificultades, las experiencias dolorosas, los conflictos, que vivimos en la infancia, son heridas que nos marcan profundamente en nuestra alma y en nuestra personalidad.
En una medida u otra, todos tenemos heridas de infancia, unas más evidentes y más profundas que otras, y de allí también surge gran parte de nuestro carácter. Es durante estas primeras experiencias que vamos desarrollando conductas que nos permitan sobrevivir y seguir adelante.
Lo más difícil es comprender por qué seguimos repitiendo estas experiencias a lo largo de nuestras vidas.
El ser humano va pasando por diferentes etapas dentro de su desarrollo. En cada etapa vamos integrando emociones, capacidades, por eso unas situaciones nos pueden afectar más que otras.
Lise Bourbeau en su libro, Las 5 heridas de infancia, habla de las distintas experiencias que puede marcar profundamente nuestro ser en estas primeras etapas. Cada una se tramita desde una emoción y se trata de ocultar desde una máscara.
A continuación un breve resumen de cada una.
Rechazo
Puede ser una experiencia donde no fuimos completamente aceptados por quien estaba a cargo de cuidarnos. Un embarazo no planeado, un embarazo que interrumpe una etapa importante que está viviendo la madre o el padre, interrumpir los estudios, interrumpir planes de viajes, planes profesionales, un hijo por fuera del matrimonio, un padre que espera un hijo del sexo opuesto, o un bebe que esperaban de un color de piel y nació de otro, entre otras situaciones que en su esencia llevan al rechazo consciente o inconsciente ante la llegada de ese nuevo hijo.
Es una herida muy profunda, ya que ¨ el derecho a existir ¨ ha sido vulnerado, rechazado.
En este caso, quien se ha sentido rechazado puede desarrollar patrones para evitar que esto le vuelva a ocurrir. Puede llegar a ser una persona muy perfeccionista, evitará a toda costa equivocarse para no ser criticado.
Puede llegar a ser una persona muy complaciente con los demás para que lo acepten, por esto se le va a dificultar tanto ser auténtico, ya que será más conveniente adaptarse a los demás, parecerse a los demás para no generar ningún tipo de conflicto.
La máscara de la retirada: Si se le llega a presentar un conflicto, su primera reacción será HUIR, retirarse, desaparecer.
Abandono
Puede ser una experiencia donde la persona tuvo que sufrir y aguantar una soledad muy profunda. Quien estaba a cargo era muy ausente, ya sea física o emocionalmente. Un padre que abandono, la llegada de un nuevo hermanito, unos padres que trabajan todo el día fuera de casa, quien está encargado de cuidar, está enfermo o no está estable emocionalmente.
En este caso, quien se ha sentido abandonado puede desarrollar patrones para evitar que esto le vuelva a ocurrir, puede ser la tendencia a abandonar antes de ser abandonado.
Pueden caer fácilmente en el papel de víctima, ya que necesitan constantemente tener la atención de los demás. Necesitan sentirse apoyados, acompañados. Paradógicamente, pueden sentir miedo al recibir mucha atención o amabilidad de alguien porque les da mucho miedo, la soledad y repetir las vivencias de ser abandonado. Por lo que huye a sentirse bien por miedo al dolor que le puede causar más adelante.
Esta persona puede ser muy dependiente en sus relaciones. Necesita siempre estar en compañía de otros, con ruidos, con amigos, familia, exceso de trabajo, exceso de diplomas, carreras, pero siempre en compañía para evitar volver a sentir soledad. O, por el contrario, por el contrario, esta persona va a ser extremadamente independiente en su vida, para todo o para la mayoría de cosas.
Humillación
En este caso, la principal emoción está asociada a la vergüenza que le causamos a quien estaba a cargo de cuidarnos. Esta herida está asociada a las conductas del cuidador de retar el niño a la perfección, a ser perfecto, así sea a través de ofensivas, de maltrato verbal e incluso puede ser maltrato físico o psicológico.
Esta persona va a sentir que no merece nada en la vida, se puede llegar a sentir menos que los demás.
También puede irse a unos patrones de conducta extremadamente contrarios como hacia una personalidad narcisista, esta será solo otra forma de evitar la humillación que ya ha vivido.
La máscara del masoquista: Esta persona se va a infligir daño a sí misma, se va a humillar las veces que sea necesario en público y en privado, además va a permitir que los demás la humillen.
Traición
En este caso, la principal emoción está relacionada con la traición. La persona que tenemos idealizada rompe nuestra confianza. Suele ser el padre del sexo opuesto.
También cuando quien está a cargo de nuestro cuidado pone en peligro y perjudica nuestro bienestar.
La traición puede hablar sobre infidelidad, pero también otras maneras de romper la confianza de alguien, como cuando quien está a cargo realiza promesas que nunca cumple. O como cuando el padre no está, y quien queda a cargo maltrata, pero el padre cuando regresa no se da cuenta.
La persona con esta herida suele ser líder por naturaleza. Van a tener mucho cuidado de mostrarse sensibles, ya que no quieren ser vulnerables, a causa de su constante desconfianza en los demás y el miedo de volver a sentirse traicionados.
La máscara del controlador: Esta persona va a tratar de tener el control de todo para no volver a sentirse traicionado. Es probable que sea una persona impaciente e intolerante.
Injusticia
Esta herida está relacionada con el sentimiento de no ser apreciados por nuestro verdadero valor, cuando la persona no se siente respetada, cuando la persona cree que no ha recibido lo que merece. Además, en estos casos, es probable que la persona haya vivido una injusticia y no pudo hacer nada para evitarlo, fue obligado por una persona o situación a vivir algo de lo que no pudo escapar. Por ejemplo, cuando a la persona le toca cuidar de uno o más hermanos pequeños, y perder parte de la infancia al hacerse cargo de tan gran responsabilidad.
También cuando quien está a cargo del cuidado es una persona fría, exigente, autoritaria.
Puede que esta persona se haya acostumbrado a recibir amor solo si se lo gana, ya sea a través de sus logros o lo que sea que se le exija.
Esto puede generar que la persona persiga logro tras logro para sentirse amada. Siempre van a buscar reconocimiento en todo lo que hagan.
La máscara de la rigidez: Esta persona va a tratar de que todo sea exacto, como se lo propone. Que nada sea más o menos, todo debe ser justo, y exacto. Lo más importante siempre será ser justos, en todo. Por esto les puede parecer injusto también, tener más que los demás.
Una herida puede venir también de un duelo no visto, o un duelo al que ha sido muy difícil adaptarse, incluso desde una generación anterior. También puede venir de una infancia en la que recibió mucho abuso físico y de poder.
Todos traemos unas u otras heridas. Con solo identificarlas podemos comenzar a sanar. Así como una herida trae una máscara, también trae una fortaleza a nuestro carácter y personalidad. Sanar es tener la capacidad de ver las limitaciones que vienen desde mi herida y poder potenciar las fortalezas que he asumido a partir de estas.
El primer paso para sanar será reconocer y aceptar, aunque eso no signifique estar de acuerdo con que tienes esta herida en ti. Esto implica que te observes atentamente para que puedas notar cuando te pones tu máscara.
Sanar es también aceptarse como uno es, sin juzgar ni criticar. Aceptar desde el amor, todo lo que ha sucedido y desde allí conectar con la luz y la sombra que somos.
Al aceptarte sin crítica, reconoces que eres más que estas heridas que traes y que puedes decidir en cada momento lo que es mejor para ti y para los demás, desde la conciencia y no desde la confusión.
Además, conocer nuestras heridas, nos permite también conocer a los demás, a quienes nos rodean y esto nos va a permitir ver más allá del dolor y reconocer con empatía el sufrimiento del otro.